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Arquitectos: Pedra Líquida
- Área: 520 m²
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Fotografias:Pedro Cardigo, Nuno Grande
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La Casa del Árbol es el más reciente integrante de la familia de edificios estrechos y alargados de la Rua Pedro Álvares Cabral, una arteria abierta a finales del siglo XIX en Oporto. El edificio ocupa un terreno donde anteriormente existía un frondoso árbol que camuflaba un viejo almacén. El proyecto evoca la memoria de ese árbol, que fue removido para permitir el avance de la obra en el interior del lote.
La solución consistió en levantar dos fachadas distintas, orientadas hacia la calle, dejando entre ellas un patio al aire libre que antecede la planta baja y alberga un nuevo árbol. La fachada más escenográfica, tripartita como es habitual en esta calle de Oporto, se conecta con la siguiente, más abierta, a través de un conjunto de balcones que "atan" el edificio a la calle. La fachada trasera retoma la tripartición típica de esta tipología portuense, complementada con balcones metálicos.
La planta baja alberga el espacio "acausa" (galería/sala de proyectos); sobre esta se suceden cuatro pisos de apartamentos, el último de los cuales aprovecha el espacio bajo el tejado. Al fondo del jardín arbolado se encuentra un espejo de agua, que enmarca una pequeña casa de dos pisos. Esta última cierra el lote y funciona como residencia artística, en conexión con la galería.
Para situar el conjunto en su contexto temporal, la obra se construyó en hormigón visto texturizado, en dos tonalidades —gris y verde, los colores más comunes de las fachadas de la calle—, contrastando con diferentes elementos ornamentales de vidrio, cerámica, hierro, madera y mármol. La apuesta más innovadora radica en las superficies exteriores de hormigón, que incorporan, como áridos, fragmentos de vidrio reciclado, los cuales reaparecen en la piel del edificio tras el proceso de abujardado.
La Casa del Árbol es, en todos los sentidos, un proyecto hecho de (re)ciclos tanto materiales como temporales. Ahora esperamos ansiosamente que las ramas del nuevo árbol atraviesen la fachada escenográfica, asomándose sobre la calle y anunciando un nuevo tiempo.